Nos hemos mal acostumbrado a contar la vida en años. Quizá por los caprichosos calendarios, tal vez por la necesidad de celebrarnos al menos un día cada trescientos sesenta y cinco, o simplemente por esa necesidad humana de seguridad que explica las convenciones. Veinticuatro horas son un día, treinta días un mes, doce meses un año pero, ¿qué pasos diste?
La vida no debería contarse en años. La vida debe contarse en pasos.
De los grandes, pero también los chicos. Porque en realidad no importa cuántos sean, sino cuáles. Hoy decidí dar un paso. Cuando estaba a "un día de cumplir diez años" en el mismo trabajo, decidí renunciar. Ni uno más, ni uno menos, exactamente diez años. Y este paso, ya es el más importante de mi última década profesional.
En mi primera experiencia laboral, la empresa la lideraba un chileno capaz de vender arena en el desierto. Si entrabas en su oficina enojado a pedir un aumento, te ibas con el mismo sueldo pero feliz porque ya ganabas demasiado. Aprendí muchísimo de él. Pero la más importante lección fue entender que uno trabaja en el lugar correcto "cuando llega el viernes a la tarde y tiene ganas de irse, pero el domingo a la noche ya siente ganas de volver".
Eso ya no me pasaba. Los Lunes no tenia ganas de arrancar. Y eso, al menos para mí, es imperdonable.
Lo intenté otra vez. Le di otra oportunidad. "Andá y divertite", me dijo alguien que admiro, uno que dejó de ser mi jefe para ser mi amigo. Pero no lo logré. Ya no me divertía. Siempre es más fácil culpar al resto. Lo difícil es hacerse cargo. Así que di este paso.
¿Y ahora que vas a hacer?, me preguntaron. Por ahora, irme de vacaciones y después...
Intentar divertirme otra vez en el laburo.
Intentar divertirme otra vez en el laburo.
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