Sobre encuestadores y periodistas...

Me causa cierta gracia la indignación ante los desaciertos de las encuestadoras. En especial la de los periodistas, quienes ahora destinan tiempo a comparar resultados cuando en su momento no lo hicieron para interpretarlos.

No intento defender a las empresas de investigación. Ni un poco. Deberían hacerlo ellas mismas, si es que aún tienen con qué. Pero...

(1) Los datos pre-comicios hablaban de un 7 a 10 por cierto de indecisos, que la mayoría de consultoras "proyectaba" (redondeemos en dos millones de votos).
(2) A eso hay que sumarle el margen de error del 3 al 5 por cierto (otro millón).
(3) Los resultados de las PASO, aunque quizá no reflejados en las nuevas encuestas, de alguna manera (imprecisa, por cierto) también condicionan el análisis (hubo dos millones de votantes adicionales desde aquella oportunidad a esta).
(4) Y es cierto, también, que la encuesta (o su exposición de resultados) suele estar sesgada por quién la ordena.

O sea, aproximadamente el 10% de los votos (y otro tanto difícil de estimar) no se podía pronosticar.

En una elección tan apretada, y con números tan finos para afirmar o no la segunda vuelta, a lo sumo se podía proyectar la tendencia de orden entre Scioli, Macri y Massa, que finalmente sucedió, pero era irresponsable pretender dar datos más precisos.

Por eso las pocas que estuvieron más cerca fueron las que prestaron atención a esos indecisos durante la última semana y corrigieron (a esos que, parece, no decían que votarían a Macri). Porque, convengamos también que, proyectar indecisos es casi adivinar.


(acá hay un excelente ejercicio de Chequeado comparando encuestas con escrutinios finales, por candidato)


Y acá es cuando cuestiono el rol de los medios y los periodistas. Porque exigen resultados para mostrar pero no se toman el trabajo de entenderlos e interpretarlos antes de hacerlo. Y con el diario del Lunes es mucho más fácil defenestrar a las empresas de opinión pública que aclarar que, o por ser funcionales a alguien o bien por incapacidad profesional, difundieron esos pronósticos que hoy critican.

Aún el boca de urna tiene margen de error.

Pero ayer, aún sin resultados oficiales, ya teníamos reconocimientos de derrotas y autoproclamaciones triunfales. Justamente porque no se basaron en encuestas sino en mesas testigos. Fiscales que inmediatamente podían fotografiar y enviar el acta que, planeando cierta representatividad, seleccionando los lugares, y preparados para un recuento propio, podían dar una tendencia real de los resultados, sin sesgos de por medio. Ni de los medios.

Las encuestas nunca son los resultados. Y en toda investigación, la que sea, hay algo más importante que los datos: la interpretación de los mismos.

El problema no son las encuestas: el problema es quién las pide. Y cómo las leemos.
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