El adiós a Chespirito (q.e.p.d.)

Cuando me tomo tanto tiempo para escribir, necesito encontrar alguna de esas cosas que no puedo dejar de compartir. Pero lo admito: no tanto para que ud lo vea, sino para que aquí quede asentado.

Más de un mes. Por trabajo y por vacaciones. Por prioridades y por descuido. Pero he vuelto para decirle al Chavo que no se vaya. O mejor dicho, que aunque se vaya, estará siempre.

Como la que fue, a mí entender, la mejor tapa del tema. De un diario peruano, por cierto, confirmando que el Chavo era un poco de todos.


Tan grande que hasta era capaz de bromear con su propia muerte. Esa que más de un medio, que ahora llena las páginas con supuesto respeto, quiso lanzar como primicia.


Nos llenó de lugares, de personajes, de frases. Comunes, la mayoría. Pero imborrables, atemporales, de tal trascendencia que es difícil atribuirlo a una generación o década determinada.


Por eso Internet se llenó de tiernos homenajes.





Hasta incluso, el de aquél fanático que diseñó unas camisetas del América en su memoria. Tanto impacto tuvieron que un centenar de medios las publicaron como reales.


Porque en definitiva, como dijo el Diego, "a veces me agarran bajones pero pongo el Chavo y se me pasa todo".


Por eso su funeral no podía ser de otra manera: en el mítico estadio Azteca, el de las jornadas inolvidables, el de los héroes eternos, y llevado en andas por una multitud de chavos y chapulines.


Gracias Chespirito. Y ojalá que todos seamos un poco más como el Chavo.

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