Me sigue sorprendiendo que haya hoteles que todavía cobren la conexión a Internet. Y tantos otros lugares que aún no la ofrezcan.
Vamos una vez más con la pregunta de siempre: ¿por qué los hoteles de primer nivel la cargan por afuera y los hoteles más modestos la brindan gratuitamente? Básicamente, porque pueden.
Quien está dispuesto a pagar elevados precios por noche, no tendrá problema en pagar una suma que es relativamente baja por el servicio adicional de Internet. Asimismo, muy probablemente, tampoco valore el WiFi gratuito a la hora de elegir alojamiento.
Por otro lado, cuando la tarifa por noche es mucho menor, el precio relativo de Internet pesa más y el cliente aprecia su gratuidad al momento de buscar el hotel. Y en esos casos, no sólo que no pueden cobrarla pero además, no les conviene hacerlo.
Entiendo, sí, que hace años ponerle un precio era una manera de preservar ancho de banda y garantizar una buena velocidad de conexión. Porque es cierto, mientras los hoteles baratos casi siempre ofrecen WiFi gratuito, pocas veces es a buena velocidad. Pero ese argumento ya no es válido pues hoy día se puede prestar una conexión de calidad para todo el hotel, sin tener que hipotecar la propiedad para pagarla. Y siempre se puede, además, ofrecer un servicio standard sin costo y que exista la conexión premium para quien desee abonarla.
Y esta paradoja no es exclusiva de la industria hotelera: el WiFi pago ya se trasladó a los aviones, aeropuertos, cruceros y otros servicios turísticos. Mientras, en la vereda de enfrente, cada vez se expande más la internet gratis en bares, plazas, estaciones, shoppings. Lo que en algún momento fue una novedad en Starbucks, hoy es parte del menú en prácticamente todo local gastronómico.
Cobrar por la conexión parece lógico desde la perspectiva financiera del negocio. Pero es ridículo desde la marketinera.
Al menos, eso me pareció cuando en mis últimas vacaciones, en el medio del mar, sin señal de teléfono, realmente deseaba contar y recomendar lo que estaba viviendo... Pero el precio de conexión era prohibitivo para los pasajeros. No tengo dudas que el valor de la gente compartiendo dicha experiencia a familiares y amigos, en vivo, bien vale pagarles la conexión a Internet.
Porque cabe recordar aquella premisa del restaurante italiano que en su pared reza: "si come bien, dígalo allá afuera; pero si come mal, dígalo aquí adentro". Hoy ese proverbio se vuelve exponencial gracias a las redes sociales. No hay publicidad más sincera que aquella por la que no se paga. No hay comunicación más genuina que la de un cliente verdadero mostrando su comida, contando su experiencia, y diciendo donde está. Si el lugar es bueno y exclusivo, el consumidor estará ávido de recomendarlo. Casi orgulloso de hacerlo. Por eso, todo servicio o experiencia, no sólo debería ofrecer WiFi gratuito, pero además invitar a sus visitantes a que lo usen.
Por todo esto, por favor industria turística, WiFi gratis. Y del bueno. Que si uds. hacen las cosas bien, la gente y las redes sociales harán el resto.
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